martes, 27 de noviembre de 2007

Billboard 3

La aparición del rap fue, más que una brisa fresca para el rock, un tubo de oxígeno. Ya no habíaadónde ir, y de hecho la aparición de Oasis así lo demostraba: sólo quedaba revivir, de la mejor forma posible, lo que había sido la música décadas atrás. El rap sería ese lugar donde volver a respirar actitud, espíritu y ritmo, algo que el british pop de principios de los noventa dejó de lado, o distribuyó en dosis amarretas. Y no porque no las quisieran dar, sino porque no les salía: estaban preocupados por cuestiones que la furia no entiende, y la furia se había instalado en varias ciudades norteamericanas después de las políticas neoliberales encabezadas por Reagan que apuntaron a voltear el estado de bienestar. Aunque esa esa estrategia de voltear casi cuarenta años de un estado que dio la mayor onda expansiva del capitalismo en su historia (y, por qué no decirlo, el mayor crecimiento económico que la humanidad conoció en su existencia), apuntó principalmente a los beneficios que los negros tenían de ese estado. Y fueron ellos los que, culturalmente, respondieron a ese ataque. Los primeros. Luego se sumaron los latinos, pero no al mismo nivel. Como en sus orígenes cuando debió recurrir a los negros para existir, ahora tenía que hacerlo para sobrevivir. Una década de ritmo prodigioso, original, sorpresivo. En los primeros años de los 90, el Billboard se ve poblado de hits raperos y hiphoperos que renuevan lo que parecía acabado: un ranking adocenado en el que parecía que entraban los que pagaban. Lo cual demostraba, también, que luego de aquella década prodigiosa, la gente, de tiempo en tiempo, tuvo raptus de lucidez que posibilitaron el surgimiento y posterior expansión de una música que parecía marginal. Por suerte el poder negro existe.

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