viernes, 9 de mayo de 2008

Tanto le temés

que al fin sucede. Atiborrado de miedo, River consigue lo imposible. Sustentando cada decisión en no perder más, River consigue el milagro. Sin la mínima lucidez para poder pensar que el miedo es tonto más que por sí mismo por las decisiones que hace tomar, consigue lo que nadie.
River es un cúmulo de temor permanente que no acierta en las decisiones que toma dentro o fuera de la cancha. Se puede discutir todo, porque todo es discutible, y porque gracias a Dios ahora existen los blogs que permiten hacerlo. Pero digamos algunas cosas, más que para defender, para no caer en el sentido común, que suele provocar cosas como el que se vayan todos, que provocó el bendito 2001 y la crisis más espectacular que se tenga recuerdo.
Bien. Aguilar asume porque supuestamente las cosas venían mal. Y bastante. Había que darle un nuevo rumbo a la cosa, especialmente a partir de la sucesión de triunfos bosteros. Y tomó una decisión polémica, no renovarle el contrato a Ramón Díaz. Trajo al chileno Pellegrini, haciendo lo que nadie se había atrevido: poner a un técnico que no era del riñón el club, y encima para sacar a uno que había ganado 7 títulos. Claro que los siete que ganó los obtuvo con un puñado de jugadores de los que River acostumbraba a tener al rolete, esos con los que podía formar dos equipos altamente competitivos. Con el chileno River tuvo 17 partidos invicto, que lo llevaron a ser puntero del campeonato y llegar a cuartos de final de la Copa. Ahí tuvo una fatídica noche, de la que participó el ayer tontamente silbado D'Alesandro, que consistió en recibir tres goles en 15 minutos. Quedó afuera de y enseguida enfrentó a Boca en la Bombonera, haciendo un primer tiempo memorable, perjudicado por el árbitro (expulsión de Demichelis) a la que se sumó el error de Pellegrini en el cambio de Cavenaghi por Fuertes. El miedo obnubila, ése su principal mal. Y Pellegrini no vio lo que parecía claro, que para molestar a esa defensa mejor Cavenaghi (que encima estaba afilado), que un tipo que sólo podía ganar por arriba, algo que ni siquiera hizo. No habría por qué alarmarse, Pekerman cometió un error similar contra Alemenia en el Mundial 2006 al poner a Cruz.
El chileno ganó el torneo local y llegó a la final de la Sudamericana, la mayor instancia a la que llegó River desde que salió campeón de la Copa con Ramón en 1996. Pero eso no bastó. River funcionaba por fantasía más que por realidad, y la fantasía es el mejor terreno de los miedos. No hay que ser psicólogo para afirmarlo, basta ver El señor de lo anillos, Harry Potter o cualquier película de terror para darse cuenta.
River hechó a Pellegrini y puso a Astrada, que perdió dos semifinales de Copa y ganó el último campeonato de la larga lista, a la que los hinchas le dimos poco o nula bola. Y  trajo a Passarella, algo similar a lo que hizo la Alianza con Cavallo: vos abriste este ciclo, vos cerralo. El tema era que el ciclo era un desastre, y lo único que podía hacer Passarella era sólo hundirlo más.
Aguilar, el hombre que ingresó con el ímpetu de la juventud, dispuesto a los grandes cambios de rumbo (como pretendía la Alianza, aunque la Alianza para eso puso a De La Rúa, algo que del vamos hacía la misión una falacia), terminó peor que sus antecesores. Si no hubiera sido por la infinidad y continuidad de fracasos de Passarella el ex gran capitán habría seguido. Así que se puede pensar que la palabra cambio a Aguilar se le había caído de su diccionario.
Los que criticaban la decisión de Aguilar de no renovar con Ramón, no evaluaban que Ramón, hasta ese momento, sólo había dirigido River. Y un River excepcional. Y tampoco evaluaban que el chileno Pellegrini había salido ya campeón con dos equipos, San Lorenzo y uno de Chile, y que incluso había sido el único que había conseguido un título internacional para los cuervos. Es más, River ganó por primera vez un partido en Brasil con el chileno, hasta ese momento había sido cúmulo de fracasos. Igual lo echó.
No tengo la menor idea de cómo son los "pasillos" de un club, pero imagino que si desde la presidencia se pasa de Ramón a Pellegrini, se está indicando un cambio de rumbo. Ahora, si de Pellegrini se pasa a Astrada, el mensaje, como mínimo, es que la cosa muy seria no es. Porque no se trató de una transición, duró casi dos años. Y si de ahí se vuelve a Passarella, el técnico que metió el miedo a Boca y sólo ganó torneos cuando tuvo a Gallego al lado, entonces la cosa ya se acerca demasiado al mamarracho, sinónimo del viva la pepa, el sálvese quien pueda, en definitiva, del cabaret.
Este breve recorrido, que obvia detalles por falta de memoria, hace pensar en algo peor que el miedo: el susto. El asustado dispara hacia cualquier lado, sin ton ni son. Sí, la diferencia es mínima, pero sustancial. Miedo tienen todos, pero no todos actúan asustados. No todos, como el otro día contra Boca, son capaces de dar mal los pases porque, literalmente, no ven al compañero libro. Eso es susto producto de la tensión, no miedo. El miedo da cierto margen de acción. Uno se puede ratear del colegio y tener miedo, pero si el viejo le dice qué hiciste hoy, entonces se cagó en las patas, y lo más probable es que termine mandándose en cana por más que la pregunta de su viejo haya sido casual y de costumbre; antes que por tener cola de paja, porque el susto lo lleva a ese lugar que le resulta el peor del planeta y en el que espera nunca estar. Y no le interesa estar no por algo real, sino por algo que fantasea: que su viejo lo va a retar, lo va a castigar y, peor que todo, perderá la confianza en él. Lo más probable que nada de eso nunca suceda, pero la fantasía fue más fuerte que él: tanto le temió...