miércoles, 26 de diciembre de 2007
Solari en la Nueva Roma
Su origen es impreciso, aunque no tanto como sus objetivos. Mejor dicho, su objetivo es uno solo: conquistar el mundo. Como la serie animada de los 90, Pinky y Cerebro, desde su origen el rock se despertó cada mañana con la voluntad de dominar el mundo. A diferencia de los dibujitos, lo logró. Lo hizo en poco más de cincuenta años, por ponerle un número, como toda idea necesita. Se valió de lo que fuera para lograrlo. Desde el pop hasta el melódico, desde las músicas folclóricas (la primera de ellas el country) a las baladas más insulsas, melosas y despreciables.
Culturalmente el rock representó la máxima que Marx había inventado para referirse al capitalismo: todo lo sólido se desvanece en el aire. A su paso lo hicieron cientos de culturas musicales, y con ellas, de costumbres, tradiciones, hábitos. Las bases materiales sobre las que se produjo no podían ser otras que las del capitalismo, y no podía ser en otro momento que la sociedad que mejor lo representaba en sus ideales, la norteamericana, hiciera uso de su hegemonía material, para, apenas una década después, hacer abuso. Tanto cabe dentro del rock, que siendo música del sistema se convirtió en contracultura, como en estos días anduvo sosteniendo el Indio Solari. Difícil que surja contracultura de la opulencia consumista que provoca el hastío; el existencialismo no hace falta cuando las condiciones de existencia dan indicios más o menos halagüeños de la que se mantiene materialmente.
Y el rock es grandioso precisamente por eso, no por lo que se le quiso atribuir. Que hoy no sea la música de los jóvenes acaso sea un indicio alentador. Ya no adhieren así nomás a lo de sus hermanos mayores. Pueden ser más idiotas, pero al menos tienen una búsqueda propia, algo que no caracterizó a ninguna generación desde la aparición del rock a la fecha. El mundo ya está conquistado. Y que se sepa, ningún romano quería vivir fuera de Roma. Y a quienes la combatían no los movía el espíritu revolucionario del cambio, sino el no pertenecer a su círculo de privilegio y beneficios. Como los pobres de hoy, y los intelectuales que detrás de ellos lloran su falta de centralismo de ascendente sobre las masas. Y lloran, por sobre todas las cosas, su perfidia, mientras sus artistas salen a perseguir piratas, chivo expiatorio al que se atribuye responsabilidad en el fin de una era, aunque el chivo expiatorio trabaje para que la idea germinal del capitalismo, la del trabajo libre que nos hará libres, permanezca viva. La nueva Roma te cura o te mata. La vieja sólo lo hacía si la jodías.
Miedos
lunes, 10 de diciembre de 2007
Egos
El ego de Cerati, ya dicho en Soda, debe ser superior e insoportable como para lograr la trascendencia y acaso la poesía de Spinetta. Lennon fue la idea de juntar las dos cosas, y su palpable e incontestable fracaso. Los Stones la conciencia de los límites y cómo aprovecharse de ellos. Bowie la excitación del glamour y la sofisticación. Ese lugar también es el refugio del libro, que impide estas idioteces, excepto cuando hubo que empezar a hacer presentaciones o venderse como escritor a través del compromiso intelectual, pensador. O sea, pensar libremente, hasta que, como a Wilde, alguien quiera hacerle una pequeña camita. Charly no supo cómo seguir viviendo dando respuesta, y así le fue. Lo de él es sintomático. Ya en 1973 se preguntaba para quién canto yo entonces, y decía que lo hacía para usted, el que atrasa los relojes, el que ya, jamás podrá cambiar, y no se dio cuenta nunca, que su casa se derrumba. Además de enseñarnos a escribir, mal, sin dequeísmo, la letra es conceptualmente equivocada: ¿para qué cantar para alguien que ya no podrá cambiar? ¿Idiota pérdida del tiempo u ínfulas de demiurgo? Algo parecido pasa, muchos años después, con No importa. Si no importa, no importa; no: no me importa a mí, como cierra las estrofas ese tema. Conceptualmente es no importa, precisamente, porque lo dice él. Si no, ¿qué importa que no le importe a él? ¿Nuevamente Dios? Varias generaciones lo pusieron en ese lugar, y él no se pudo correr, pese que hace tiempo se dio cuenta, y no quería seguir viviendo dando respuestas.